BUENOS HÁBITOS DE TRABAJO
ALZA TUS
OJOS - ELENA G DE WHITE
"¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de
los reyes estará; no estará delante de los de baja condición." Prov. 22: 29.
Mi querido hijo Edson: Me temo que no siempre organizas sabiamente tu
trabajo. A veces haces demasiado y luego permites que pasen horas preciosas sin
ser aprovechadas, creando de esta manera la necesidad de un esfuerzo adicional
posterior. Un trabajo temperante, perseverante y metódico logrará mucho más que
lo que puede realizarse por esfuerzos esporádicos. . .
El trabajo le fue
asignado al hombre por su Creador. Dios proveyó de empleo a nuestros primeros
padres en el santo Edén. Y desde la caída, el hombre ha sido un trabajador y ha
comido el pan con el sudor de su frente. Cada hueso de su cuerpo, cada rasgo de
su contextura, cada músculo de sus miembros evidencia la verdad de que ha sido
hecho para la actividad, no para la pereza. . .
El fiel cumplimiento de
los deberes de la vida, cualquiera sea tu posición, demanda el mejoramiento
sabio de todos los talentos y habilidades que Dios te ha dado. Evita el estar
siempre apurado, por lo menos cuando no realizas nada digno de esfuerzo. Estos
esfuerzos infructuosos a menudo son el resultado de no realizar el trabajo a su
debido tiempo. Cualquier cosa que por descuido no se realiza en el tiempo cuando
debía ser hecha, ya sea en los asuntos seculares o en los religiosos,
difícilmente se hacen bien. Muchos pueden aparentar estar trabajando
diligentemente cada hora del día, y sin embargo no producir resultados que
correspondan a sus esfuerzos. . .
Cuídate de no malgastar tu tiempo en
insignificancias, y dejar de cumplir las tareas que son de real importancia. La
iglesia y el mundo necesitan hombres calmos, bien equilibrados. Andar bien por
algún tiempo no es suficiente. Una adhesión constante a un propósito garantizará
que se alcancen los objetivos. A un hombre distinguido se le preguntó cierta vez
cómo era posible que pudiera realizar tantas tareas. Su respuesta fue: "Hago una
sola cosa a la vez". . .
Enrique Martyn, como hombre tanto como
misionero, dependió notablemente de sus hábitos de regularidad. Los cumplió en
tal grado que en la universidad fue conocido como el estudiante que nunca perdía
una hora. . . Cuántos jóvenes que podrían haber llegado a ser hombres de
utilidad y autoridad, fracasaron porque en su vida temprana contrajeron hábitos
de indecisión que luego siguieron a través de la vida para estropear todos sus
esfuerzos. De vez en cuando se sienten llenos de un súbito celo por hacer alguna
cosa grande, pero dejan su obra a medio terminar y nunca llegan a nada. Una
paciente perseverancia en el bien hacer es indispensable para el éxito.
Mi querido hijo, sé concienzudo en todo lo que emprendas, descansa
constantemente en tu Salvador, vé a El en busca de sabiduría, de valor, de
firmeza de propósitos y para todo cuando necesites. Que el Señor te bendiga, es
la oración de tu madre (Carta 3, del 12 de mayo de 1877, dirigida a su hijo
Edson, de 27 años de edad).