SIGAN AL GRAN EJEMPLO
ALZA TUS
OJOS - ELENA G de WHITE
"Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí." Juan 14: 6.
Al describir su
misión terrenal, Jesús declaró: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto
me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los
quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los
ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del
Señor" (Luc. 4: 18, 19).
¿Somos tan semejantes a Cristo como para que
podamos representar su obra y seguir su ejemplo? Su obra dio testimonio de su
misión, mostrando que era de origen divino. En cada uno de sus actos y de sus
palabras se revelaba la más tierna compasión, amor y misericordia. Los más
pobres y los más humildes no sentían temor de acercarse a El. Siempre notaba la
presencia de los niñitos y éstos se sentían atraídos hacia El.
Las
palabras de nuestro Salvador son claras y definidas. No suprimió una sola
palabra de verdad, pero la expresó con fervor convincente. Y mientras hablaba,
los abatidos se le acercaban y eran henchidos de esperanza y valor. Era el
Príncipe del cielo. Nunca dijo una palabra que pudiera ocasionar una pena
innecesaria a un alma temblorosa y sensible. Contemplando con tristeza a los que
lo rechazaban y despreciaban sus palabras, dijo: "No queréis venir a mí para que
tengáis vida" (Juan 5: 40).
Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Su
vida sobre esta tierra fue una vida de abnegación. Consoló y animó a todos los
que se le acercaron en busca de alivio, porque todos eran preciosos a su vista.
Siempre se condujo con dignidad divina, y sin embargo se inclinó con tierna
consideración hacia cada miembro de la familia del Señor. Vino a colocarse a la
cabeza de la humanidad, para dar el poder de llegar a ser hijos e hijas de Dios
a todos los que creen en El. Tal es el ejemplo que nosotros debemos seguir. Si
lo hiciéramos, el enemigo no recibiría tanta atención y honor como recibe ahora
de parte de los que profesan ser seguidores de Cristo, pero que en realidad
están siguiendo los engaños satánicos. Dios envió a su Hijo para que aquellos
que creen en El no perezcan sino tengan vida eterna. Sus seguidores deben
mostrar la honestidad, la justicia e integridad más estrictas en cada una de sus
transacciones.
Permitan que comience una sincera obra en ustedes,
mediante una reconversión y una transformación del carácter (Manuscrito 53, del
11 de mayo de 1905, "Hasta setenta veces siete").