Radio Amishar

23 de enero de 2015

Embaucador, sí; tonto, no

Embaucador, sí; tonto, no

Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente. Isaías 48:17.

En la versión Reina-Valera de 1960 de la Biblia, la expresión “Así ha dicho Jehová”, tal como se halla en la introducción del texto bíblico de reflexión para hoy, se encuentra aproximadamente unas 344 veces en el Antiguo Testamento; la expresión “Dijo Jehová”, unas 726 veces; y “Vino a mí palabra de Jehová”, unas 67 veces. Los profetas, en general, antes de proclamar su mensaje, lo introducían con este tipo de fórmulas, para asegurar a sus oyentes o a sus lectores que lo que iban a escuchar a continuación era un mensaje procedente directamente de Dios y que, por lo tanto, tenía toda la autoridad divina, y que no era una mera ocurrencia del profeta.

¿Eran embaucadores los profetas? ¿Mentirosos que inventaban un mensaje propio o mercenarios al servicio de algún poderoso, adjudicando su procedencia a Dios, a fin de obtener algún tipo de rédito, de beneficio material, social, estatus, poder, comodidad, placeres o fama?

Lejos de eso, en términos generales, los profetas lo pasaban muy mal por comunicar estos mensajes. Su contenido no era nada popular, nada halagüeño para la naturaleza y la comodidad humanas, y muchos de ellos no solo sufrieron oposición, ridículo, burla y rechazo social, sino aun persecución, pérdidas materiales, violencia y muerte. Habría que ser muy loco o muy tonto para “jugarse” y empecinarse en comunicar un mensaje inventado por uno mismo, sabiendo que por transmitirlo la recompensa, lejos de ser placentera, va a ser altamente perjudicial para uno mismo, en términos materiales y de seguridad personal.

Los mensajes de la Biblia son tan serios, tan llenos de trascendencia moral, de verdad y sinceridad, que habría que estar demasiado immer- sos en el escepticismo, demasiado prejuiciados, como para afirmar la teoría de que sus escritores fueron una confabulación de estafadores morales y religiosos. Cuando uno lee la Biblia, percibe el sonido de la verdad, que trasunta en sus páginas, y si tenemos el corazón abierto a la verdad, reconoceremos en ella la voz de Dios que quiere enseñarnos provechosamente, encaminarnos por el camino que debemos seguir y, sobre todo, presentarnos a nuestro Redentor.

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