Después de todo, los humanos no podemos ser sabios por nosotros mismos; no podemos siempre distinguir entre el bien y el mal (1 Reyes 3:9). Por eso, necesitamos la Ley divina para ayudarnos a adquirir discernimiento. En otras palabras, la adquisición de la sabiduría no depende de ejercicios intelectuales o espirituales; esencialmente, está relacionada con la obediencia a la Ley que reside fuera de nosotros mismos.
0 comentarios:
Publicar un comentario